Cuento de navidad
Inma Galicia,madre de dos alumnas del centro,nos ha ofrecido un regalo anticipado de Navidad.
Como ella es escritora,nos ha regalado un cuento sobre la navidad en el CEIP Virgen de Belén.
Desde aquí le damos las gracias por su regalo,por el interés y la generosidad,por su entrega y sensibilidad,muchísimas gracias Inma.
Como ella es escritora,nos ha regalado un cuento sobre la navidad en el CEIP Virgen de Belén.
Desde aquí le damos las gracias por su regalo,por el interés y la generosidad,por su entrega y sensibilidad,muchísimas gracias Inma.
LA
MAGIA DE LA NAVIDAD.
Érase que se era, un duende que trabajaba en la escuela. Se
trataba de un duende que desarrollaba siempre su trabajo en Navidad. Había crecido en una aldea de Duendolandia, donde
los niños y las niñas disfrutaban de estas Fiestas como jamás nadie lo había
hecho hasta entonces. Dejaban atrás los problemas, las enemistades y los
rencores. Procuraban aprender de todo lo pasado para hacer de estos días, los
más maravillosos del año. Todo esto lo conseguían a través de la magia: esa fuerza
tan grande que todos poseemos en el interior de nuestros corazones.
La misión iba a ser única para Adolfo el duende. El colegio
donde tendría que ayudar a cumplir los deseos tenía un nombre peculiar: Virgen
de Belén. En él había tantas, tantas sonrisas acumuladas, que la tarea iba a
resultarle fácil. En la carta que habían recibido en Duendolandia, dirigida al
duende mayor, el director del colegio le pedía que le ayudáramos a conseguir
aumentar la felicidad en su cole y que todos los niños y niñas comenzara las
vacaciones con una sonrisa dibujada en su cara y sellada en su corazón. En la
carta se podía leer una despedida muy bonita: “Convive y serás feliz. Gustavo”.
Y así, con las pilas cargadas y muchas, pero que muchas ganas
de hacer esos deseos realidad, Adolfo el duende se dispuso a viajar hacia el
cole. Era el escogido para tal fin y sabía que podía conseguirlo.
Eran las diez de la mañana del 20 de diciembre, cuando Adolfo
el duende llegó al recibidor de ese encantador colegio. Tenía una misión muy especial,
aunque dada las características del entorno podría presentar alguna que otra
complicación. Pero él sabía que todo lo que se proponía lo conseguía gracias a las
ganas y al cariño que ponía en todo su quehacer.
Lo primero que hizo nuestro amigo el duende fue cotillear un
poco el colegio donde tendría que realizar su misión y así poder detectar si
había sentimientos de tristeza o de preocupación en cualquiera de sus
habitantes. Miró a su alrededor y pudo ver una hermosa decoración. Al fondo se
veía un nacimiento adornando la entrada y junto a él, bajo un cielo estrellado,
un gran árbol de Navidad que desprendía mucha energía positiva. Adolfo se
acercó para poder verlo de cerca. Debido a su diminuto tamaño el árbol le
parecía muy, muy grande. Y muy, muy extraño. Estaba hecho con unas letras que,
al juntarlas para formar palabras, decían unas cosas raras.<> leyó en su mente. <>, pensó.
Se dio la vuelta y, frente a él, pudo ver una puerta
magníficamente decorada con estilo navideño. Se acercó para observar hacia
dónde lo llevaba y pudo leer un de letrero indicador: la Biblioteca. Sin
dudarlo ni un segundo dio un brinco y, echándose unos polvitos de apertura
mágica en su diminuta mano y dedos finamente alargados, abrió la puerta y se
coló dentro.
Nada más entrar, un sentimiento aventurero traspasó su
corazón. Fue posándose por todos los libros que permanecían sobre las
estanterías;se imaginaba protagonista de todas sus historias de piratas, de
detectives, de hadas… hasta de duendes como él; vio dinosaurios, coches… Estaba
tan entusiasmado disfrutando de las emociones que no se percató de que no
estaba solo en aquel lugar. Al fondo, de espaldas, había una seño. Sus manos,
de manera sutil, colocaban un libro en uno de esos estantes. Lo hacía acariciando
sus pastas y con un deseo de que en las próximas manos que cayera, la felicidad
se hiciera realidad en el niño o niña que decidiera llevárselo a casa para
leerlo. La seño se volvió para seguir su tarea y nuestro amigo el duende se
escondió en un rincón para no ser visto. << Rosa, me huele a rosa. Esta
seño tiene algo especial>>pensó.
Adolfo salió de la Biblioteca y se giró hacia la derecha para
subir las escaleras. Su detector de emociones había empezado a parpadear y
tenía que estar preparado para pasar a la acción. Mientras se iba acercando al
primer piso dando saltos duendísticos, escuchaba las voces de niños y niñas en
las aulas. También pudo escuchar el cante de unos villancicos que venían de
lejos. <> y, contento y entusiasmado,
siguió brincando para alcanzar el rellano.
Entonces se paró en seco. Había tristeza alrededor. Observó
con detenimiento y comenzó a andar hasta llegar a un pequeño rinconcito donde
había una niña sentada con la mirada triste.
_¿Qué te ocurre pequeñaja?_, le preguntó, sentándose junto a
ella.
Clara, que así se llamaba la niña, miró hacia un lado, miró
hacia otro, miró hacia arriba y miró hacia abajo. ¡No veía nada! Pero sabía que había
escuchado una voz.
_No estés triste guapa, que estamos en Navidad. _ Le dijo
Adolfo.
Clara, a pesar de no ver a nadie contestó:
_ ¿Y qué es la Navidad para ti?, preguntó con lágrimas en
los ojos.
El duende, dubitativo, a pesar de haber escuchado esta
pregunta en otras ocasiones, se acercó un poco más a ella para explicarle.
Alargó su mano enguantada sobre esos finos y afilados dedos. Acarició la linda
cara de la pequeña, secándole las lágrimas que caían sobre la mejilla.
_ La Navidad es tiempo de AMOR, de PAZ y de FELICIDAD.
_ Pero… ¿eso no debe ser todo el año?
_ ¡Claro que sí!, pero la Navidad es la fecha para recordarle
a las personas que hay que llevarlo a cabo todos los días. Es como el
cumpleaños de la vida.
_ ¿Cómo que el cumpleaños de la vida? ¿La vida cumple años?
_ ¡Claro que sí! Al igual que tú celebras tu cumple el día
que naciste, La Navidad celebra su cumplevida en estas fechas.
_ No entiendo. Y, por cierto, ¡no te veo! ¿quién eres?,
preguntó la chica.
Y Adolfo, que nunca había usado los polvos mágicos de su
aura, los roció con fuerzas su cabeza para hacerse visible ante Clara. Los ojos de
la pequeña brillaban de emoción.
_ ¡Anda!, ¿pero los duendes existen? Dijo asombrada.
_Existe todo aquello en lo que tú crees, porque los sueños
pueden hacerse realidad siempre que tú lo desees.
Y Clara brillaba con luz propia. No podía dar crédito a lo
que estaba sucediendo. Entonces, abrió la mano y Adolfo el duende, posándose
sobre ella, le dijo:
_ ¡Voy a mostrarte el espíritu de la Navidad que hay en tu
colegio!
Adolfo se sujetó a su dedo meñique y le insistió para que siguiera
el camino por aquel cole.
_ ¡Confía en mí!¡Vamos!
Y juntos siguieron recorriendo las aulas y los rincones del
colegio. La primera parada la hicieron después de darse cuenta nuestro amigo el
duende, de un verdadero acto de AMOR.
_Mira esos niños, Clara.
Y allí estaban: Héctor le ofrecía parte de su desayuno a Bruno
porque se le acababa de caer el suyo al suelo.
_ Mira Clara, ¡eso es Navidad! dijo el duende.
_Pero ¿cómo que es Navidad? Eso es COMPARTIR.
_Sí, pero la Navidad recuerda ahora, en su cumplevida, que
hay que ser GENEROSO y COMPARTIR.
_¡Ah!, ahora empiezo a comprender.
Y continuaron su camino hasta que volvieron a detenerse. Allí
estaba María AYUDANDO a
Sofía a subir la mochila.
_¡Eso también es Navidad, Clara!
_Pero eso lo hacemos cada vez que alguien necesita ayuda.
_¡Claro, pero eso es Navidad!, dijo Adolfo el duende. Y mira,
allí está la Seño Encarni abrazando a uno de sus alumnos. Le está regalando AMOR. El CONSUELO y el AMOR es Navidad.
Y así, cogido del meñique, siguieron visitando el colegio,
observando cómo los VALORES NAVIDEÑOS llegaban a los corazones de las personas.La Seño Ana
estaba AYUDANDO a Lucía a colocarse el chaquetón; la
Seño María CUIDANDO a una
de sus alumnas porque se había caído; la seño Mar ENSEÑANDO canciones en inglés; la seño Conchi MEDIANDO entre dos compañeros para que no
discutieran; Sara ACOMPAÑANDO a su compi Raúl a Secretaría porque se
sentía enfermo…
Paso a paso, rincón por rincón, fueron viendo cómo el ESPÍRITU
NAVIDEÑO rodeaba las
paredes del colegio y, lo que era mejor, los corazones de todos los niños y
niñas y de sus maestros y maestras. El colegio Virgen de Belén recordaba, por
Navidad, todos aquellos VALORES que debían mantenerse durante todos los días, todos los años
y toda la vida.
Después de un largo rato y, cansados de tanto paseo por el
cole, llegó la hora de la despedida. Adolfo tenía que regresar a su
duendeterritorio a cargarse de energía y recuperar los deseos de los niños y
niñas de ese colegio. Sin que Clara se diera cuenta había apuntado en su agenda
mágica todas las ilusiones y todos los sueños que pasaban por la imaginación de
aquellas personitas. Tenía que apresurarse para dejarlos grabados en la
“memoria corazonaria” y, aprovechando el cumplevida dela Navidad, lograr que se
hicieran realidad el resto del año.
Clara vio un pequeño destello de luz. Miró la palma de su
mano y no vio a nadie. Llamó varias veces a Adolfo el duende. Gritó y gritó su
nombre y no apareció. Buscó por los recovecos del cole y no lo encontró. Cuando
ya iba a regresar a su clase, Clara vio algo en el suelo y se agachó a cogerlo;
era un pequeño pergamino en el que se podía leer un mensaje: NAVIDAD:
dícese de la época de SUEÑOS hechos realidad, RESPETO, AMOR, HUMILDAD,
ALEGRÍA, RECUERDO, CUIDADO, FAMILIA, AMIGOS. Hay que cumplirlos todo el año. Firmado: Adolfo, el duende.
Y con una firma peculiar se despedía el duende en esa escueta
nota del pergamino. Clara la dobló, la acarició y la metió en el bolsillo de su
pantalón. Se acercó a su clase y despacio, tocó con los nudillos en la puerta,
pidiendo permiso para entrar. Y pasó. Se colocó en mitad de la clase y gritó
con fuerzas:
_ ¡FELIZ
NAVIDAD!
Y guiñó un ojo mirando hacia el fondo. Allí, en la esquina de
su clase, entre libros y papeles rellenos por dibujos, allí estaba él. Adolfo
el duende le miraba, feliz como una perdiz, porque había transmitido su
mensaje.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Con pan y
pimiento, hasta mañana otro cuento.
Inma Galicia Gandulla
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